Cae la tarde en la calle Alhamar. Acrílico y óleo sobre tela. 65 x 50 cm. 2015 |
Y las últimas luces escapan por los pisos
altos, las azoteas, por el cementerio y el barranco del Abogao arriba. El cielo
desparece de este a oeste.
Es la hora triste de las tardes de febrero cuando sigue siendo día pero un
día ya viejo, con poca vida que por momentos se le va.
N se han encendido todavía las farolas y la calle apenas está alumbrada por los semáforos,
por algún escaparate tempranero, por los últimos reflejos del sol golpeándose en
los cristales de las ventanas.
Penumbra. La gente va y viene, los coches
suben y bajan, en la puerta del hotel
turistas que se van, en el paso de peatones niños y niñas que vuelven del
colegio, hay cierto escándalo en los bares de copas para trasnochadores del
mediodía…
La vida como suspendida en la tarde de la
calle Alhamar. La vida expectante en el día que se acaba, a la espera de la
noche. Cuando llegue, pondrá en ella un pié, y cuando esté firme y asegurado
saltará con todo su cuerpo para seguir andando los pasos del reloj.
Colores decaídos, luces tristes, final
melancólico de la tarde. El tiempo se frena y retiene (todavía es pronto para
unas cañas). Cuando llego a casa y enciendo una lámpara, mágicamente se reanuda. Pero esa es ya otra historia y cuento.