Fragmentos de la conferencia de Federico García Lorca "Teoría y juego del duende" (1933). Habla de una actuación de Pastora Pavón, La Niña de los Peines. En mi opinión, es una sentencia definitiva sobre cualquier tipo de creación artística, a la que sitúa en un mundo distinto y ajeno al de las formas y las técnicas.
Es lo mismo que ya había dicho San Juan de la Cruz:
Por toda la hermosura
nunca yo me perderé,
sino por un no sé qué
que se alcança por ventura.
Pastora Pavón La niña de los Peines |
Una
vez, la "cantaora" andaluza Pastora Pavón, La Niña de los Peines, sombrío
genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el
Gallo, cantaba en una tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su
voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo, y se la enredaba en la
cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y
lejanísimos. Pero nada; era inútil. Los oyentes permanecían callados. (...) Pastora
Pavón terminó de cantar en medio del silencio. Solo, y con sarcasmo, un hombre
pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas
de aguardiente, dijo con voz muy baja: "¡Viva París!", como diciendo:
"Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. Nos importa
otra cosa".
Entonces