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La Contraviesa, entre la sierra y el mar. Digital. 2016 |
Es la Contraviesa
tierra de cortijos y cortijadas, apenas hay pueblos y aldeas como es frecuente
en la otra parte de la Alpujarra, y los pocos que hay escapan de las alturas y
se esconden en los valles a resguardo de la costa.
Es la Contraviesa
tierra de almendros y viñas, de bastantes higueras. Antes lo fue de encinas y de
monte, que hoy poco queda y se refugia junto al lecho de las barranqueras dibujando
surcos que bajan por las laderas.
Es la Contraviesa
tierra áspera, seca y fría, entre el mar y la sierra que ambos, desde sus
alturas, se pueden ver a la vez con nada más que girar la cabeza. Tierra melancólicamente dramática como de Bodas de
Sangre.
La Contraviesa |
Almendros |
Pedro Antonio de
Alarcón en su viaje a la Alpujarra, al llegar al cerro Chaparro que domina toda
la comarca o mejor subcomarca, dice lo que vio y que fue esto:
“Pero he
exagerado un poco al decir que se veía toda la costa, cuando precisamente lo que
había allí de más notable era: -que se divisaba una gran extensión del líquido
elemento, sin descubrirse por eso sus playas.
Más claro: los oteros australes de la Contraviesa se destacaban sobre la bóveda del mar, -en vez de destacarse, como
los otros montes, sobre la bóveda del cielo.
Y digo la bóveda del mar-, porque desde aquella suma
eminencia (¡oh maravilla!) veíamos el Mediterráneo..., no debajo de nosotros
como una llanura, sino colgado del firmamento como un telón; no tendido en
semicírculo horizontal, como resulta cuando se le mira desde sus riberas, sino
levantando un enorme arco, o más bien un enorme disco, sobre la línea del
horizonte, cual si fuese una inconmensurable sierra de agua.
Nunca había reparado yo hasta entonces en aquel
sorprendente efecto de óptica, -que, si no me engaño, se debe, entre otras causas,
a la redondez (tantos siglos desconocida) del planeta en que escribo estos
renglones...
Por cierto que detrás de aquel arco o mitad de
disco, o sea por encima de él, se percibían vagamente, a pesar de esa redondez
de la tierra, algunas cumbres del gigantesco Atlas, rey de los montes
africanos...- ¡Tan elevadas se hallan sobre el nivel del mar!...”
“Mapa
de piedra y agua” le llamó a este capítulo de su viaje “¿qué otra cosa era el
revuelto océano de montes que dominábamos desde allí, sino los tejados y
azoteas de la Alpujarra, debajo de los cuales estaban sus valles,
alias sus plazas; sus ramblas, alias sus calles; sus barrancos, alias sus
callejones, y sus pueblos, alias sus gentes?"
El mar encima de la Contraviesa |
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Mas allá del mar de Alborán, África, el Moro, la Berbería |
Pero no
es la cosa de ver el mar por encima de nuestras cabezas la única notable que
puede vivirse en la Contraviesa. Se da también el caso curioso de que algunos
inviernos nieve en mitad de un día despejado. Se explica el fenómeno por los
fuertes vientos que arrancan la nieve de las cercanas cumbres de Sierra Nevada y
la arrastran por el aire a grandes distancias. Es tanta la altura a la que
viaja y el frío de la estación, que no
se derrite en el viaje. Pero tampoco es menos peculiar la circunstancia de que al
pronto se vean barcos, enormes petroleros y portacontenedores, viajando
majestuosamente por entre los almendros. Es por aquello que decía Pedro Antonio
de la curvatura de la tierra, de manera que los barcos en muy alta mar se ven no
debajo sino en la parte superior del horizonte, justo donde se recortan las
siluetas de los árboles aquí arriba a 1.500 metros .
En
fin, una tierra difícil pero de tremenda y rara personalidad. Fue y aún lo es, zona
aislada que sólo está cerca del mar y del cielo, muy expuesta a los peligros
que de allí llegan y que no son sino guerras de religión y piratas. Lo decía
Luis del Mármol Carvajal trescientos años antes que Pedro Antonio, en su
“Historia del rebelión y castigo de los moriscos del Reino de Granada”:
“Los Ceheles son dos taas que están juntas en la
costa de la mar; la que cae a poniente llaman Zueyhel, nombre diminutivo,
porque es más pequeña que la otra. y a entrambas taas las baña al mediodía el
mar Mediterráneo, y a la parte del cierzo confina con la taa de Ferreira, con
la de Juviles y con parte de la de Ugíjar.
Esta tierra es de grandes encinares y de mucha
yerba para los ganados; cógese en ella cantidad de pan. Lo que cae hacia la
costa de la mar, es muy despoblado, y por eso es muy peligroso, porque acuden
de ordinario por allí muchos
bajeles de cosarios turcos y moros de Berbería.”
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Imgen aérea de la Contraviesa |
Con todo lo dicho ya se ve lo que se representa en la ilustración digital de esta entrada: Las cumbres de Sierra Nevada con la nieve, por delante los borreguiles mas altos y los barrancos mas altos con sus robledales y quejigales, aquí en otoño. Detrás apenas se distingue un poco de la Alpujarra Alta y se intuye por donde pasa el Guadalfeo. Luego todo es Contraviesa, con sus viñas, sus almendros, higueras y cortijadas. A un lado la sierra de Lújar y sus antenas, al otro el Cerrajón de Murtas con las suyas. Por aquella esquina los invernaderos de Castell de Ferro y los molinos de electricidad sobre Motril. De fondo el mar, Mar de Alborán, con los barcos que van y vienen del Estrecho. Bajo el cielo la costa vecina: Africa, Marruecos, el Moro, la Berbería que de todas estas formas se le llama.
Es la
Contraviesa por todos estos, y por otros muchos motivos, tierra peculiar y rara.
Vive casi al margen del tiempo, al margen de los excesos playeros y también del
moderno parque temático que han construido en partes de la Alpujarra alta. No se si es bueno o malo
pero es así.
Los barcos vuelan por encima de las sierras |