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Luna Azul con vino blanco, vela para mosquitos y albahaca. Acrílico y óleo. 65 x 50 cm 2015 |
Fue una noticia inesperada que anunciaba
algo hermoso y poético. Algo que no se había dado desde hacía no se cuanto
tiempo y hasta otro tanto no se volvería a dar. Una luna azul. Pocos sabíamos
que fuera aquello, pero a pesar de ignorarlo, todo el que leía el titular
imaginaba literalmente eso, una luna llena y azul en un cielo estrellado. Una
luna excepcional y bella que, sin que nadie la hubiéramos visto jamás, a todos
nos traía recuerdos imaginados de otros años más jóvenes…
Demasiado bonito. La vida suele ser dura y
la naturaleza, aún más menudo, cruel. Leyendo el cuerpo de la noticia, que es lo
que siempre hay que hacer y casi nunca se hace, la cosa resultaba de índole
absolutamente contraria a la sugerida en el titular, un asunto absolutamente
administrativo, de papeleo, sellos y fechadores. La luna así llamada es,
tristemente, aquella que repite su fase de llena dos veces en un mismo mes. Geometría
de calendario, noticia de relleno para veranos somnolientos. Pero eso sí, en el
burócrata que nombró el fenómeno debía habitar un escribiente-poeta, seguramente
sebastianista y radicalmente melancólico, como aquel famoso oficinista de Lisboa
traductor de documentos de comercio exterior.
Pero como digo, la lectura de aquel titular
con deprecio del cuerpo de la noticia provocó gran revuelo en las redes. Muchos
preguntaban que fuera eso de la luna azul, cuándo y dónde se podía ver, si
había lugares y circunstancias que favorecieran su contemplación, etc. Una
lluvia de pequeñas decepciones apagó los sueños cuando se supo que era blanca,
como todas, como todas las lunas de toda la vida.
En medio de la decepción recordé que tenía
por ahí sueltas y medio olvidadas algunas cosas de la luna. Y se me ocurrió aprovecharlas
y hacer una luna realmente azul.
Al efecto dispuse mi terraza con las casas
y edificios de los alrededores y el pico de la Concha predominando. Imaginé un cielo con estrellas alrededor de una luna llena y azul, envuelta en azules de otros tonos. Entre los árboles y los tejados, en las
ventanas, amarillos y blancos artificiales eléctricos. Pero como solo el color
de la luna es imaginado, no lo es la escena, como es noche de verano, hay
una vela antimosquitos y una maceta de albahaca para mayor protección. Y una
copa de vino blanco, para beberla despacio y seguir pensando, como dijo aquella vez el sargento
Paine, en los propios asuntos, que no son otros que las estrellas de colores:
sueños girando alrededor de la Luna Azul, como la luz del día gira alrededor del
Sol.
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Luna desde mi terraza |
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Otra |
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Y una tercera |
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Vino, albahaca y vela antimosquitos |
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Esperando a la luna |
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Tomando el sol |