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Cortijo viejo. Excel, Paint, Digital. 65 x 50. 2011
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El pasado no es cosa de la historia. Lo sería si se midiese como tiempo pero eso no es lo correcto. Lo suyo es hacerlo como una cosa que ocupa un sitio en alguna parte.
Quienes caen en el error de medirlo como tiempo suelen dar por bueno que el pasado se repite y siempre vuelve. En este error cae la historiografía pero también la economía que no es más que historia entreverada de sociología a la que se le añade contabilidad y números (y la pretensión de que sus predicciones son científicas, creíbles y que por eso valen dineros). Pero el pasado nunca vuelve. Si a menudo nos topamos con él no es porque vuelva de ningún sitio. Es porque siempre ha estado ahí, a veces escondido, a veces perdido en el fondo en un cajón, a veces tapado, sumergido, enterrado por tierra, por agua o por olvido.
Estas ideas de pensamiento elevado que, como las matemáticas, tampoco se me dan bien, las explico mejor con un ejemplo traído de la cartografía. Y es el que sigue.
En la primera edición de la hoja 949 del Mapa Topográfico Nacional 1:50.000 de 1932, en Lacra, a la altura de la actual carretera de Huesa, se nombra el lugar como "Cortijos de Lacra o de Rivera". En la segunda edición de 1992, sobre datos de 1988, el mismo sitio es "Lacra". En 2003 se hace la primera edición del Mapa 1:25.000. Como el espacio en el papel es mayor, se pueden escribir más topónimos. Así en esta zona de uno pasan a tres: "Lacra" referido al pago, "Acra" como entidad de población menor (?) y además un "Cortijo de Antonio Alférez". En la tercera edición del 1:50.000 desaparecen los topónimos de la primera y segunda edición y se copian los de la hoja 949-1 del 1.25.000: "Acra" y "Cjo. de Antonio Alférez".
El único realmente nuevo es el del tal Antonio. Pero, ¿se sabe quien era este Antonio Alférez? Si. Era mi tatarabuelo y murió no se exactamente cuando pero en el último cuarto del siglo XIX. Cuando mi bisabuela Juliana se casó en 1900, llevaba ya muchos años de huérfana de padre y madre. Esto lo se con seguridad.
De la mano de lo más nuevo, moderno llega lo antiguo, lo casi absolutamente olvidado. ¿Pero, porqué aparece el nombre de mi tatarabuelo más de cien años después de su muerte en los mapas del I.G.N.? Pues no porque él (lo que fue, el pasado) vuelva de ningún sitio, que si lo hubiera hecho el susto hubiera sido de muerte ya que ni las bisnietas ni los tataranietos lo conocimos y hubiéramos reaccionado cada uno según nuestro ser: corriendo, gritando, negando la evidencia… La razón de esta aparición hay que buscarla en otra cosa y aquí viene mi teoría.
Sin duda los datos para esta hoja topográfica se recogieron mucho antes de 1932. De hecho, la hoja colindante 828 tiene su primera edición en 1902. Ya que hicieron el gasto del desplazamiento los cartógrafos seguramente recogieron todos los topónimos y todas las referencias que pudieron, aunque no cupieran en el papel del mapa para el que trabajaban. Se seleccionaron unos para publicarlos y otros se desecharon. Pero no se tiraron sino que se guardaron en una carpeta "ad hoc" en la caja del expediente de la Hoja 949 que se archivaría en los sótanos del geográfico instituto.
Pasaron los años y llegó el Mapa 1:25.000, que como su propio nombre numérico indica, tiene cuatro veces más espacio que el 1:50.000, espacio para escribir nombres. Se necesitaban topónimos para rellenar. Y o era verano y no tuvieron ganas de pasar calor o no hubo presupuesto para nuevos viajes o lo que fuera, que no lo se, pero el caso es que mandaron al archivo a por las carpetas viejas del expediente original y encontraron todo lo que en su tiempo se apuntó pero no se imprimió. Como eran cartógrafos y no registradores, les trajo sin cuidado a nombre de quien se emitía actualmente el recibo de la contribución o si las personas citadas vivían o no vivían: coinciden nombre y coordenadas, ¡suficiente!
Queda pues claro que nadie regresó de ningún sitio, que simplemente un papel que siempre estuvo en una carpeta fue el que nuevamente vio la luz del día para participar, con todos sus años a cuestas, en la más moderna y actual versión cartográfica del lugar. Y esa es la clave. El papel, el pasado, no regresó de ningún sitio, sino que siempre estuvo allí, en la caja de un expediente antiguo guardada en lo hondo de un archivo. Y eso es geografía porque no es el Cuando, es el Dónde de la cosa: antes estaba en el sótano, ahora está en el mapa.
De ese cortijo del ejemplo, de su fachada norte casi tan arruinada como el resto del edificio, traigo la estampa de hoy hecha con Excel, Paint y Excel. Por cierto, en este cortijo viejo de Lacra hay otro ejemplo de pasado que reaparece, de pasado redescubierto. Y es que cuando hacia 2006 levantaron la carretera para reformarla, a menos de diez metros del cortijo encontraron tumbas y muros islámicos, anteriores por tanto a 1231. Habían estado archivados casi ochocientos años y fue removiendo tierras para la obra que volvieran de su entierro. Pero siempre habían estado ahí, ocultos pero ahí. Y seguramente debajo del propio cortijo, ahora viejo, también vive o muere alguien que seguro que algún día volverá a la luz y seguramente por alguna obra, pública o privada... Geografía, no historia. Aunque siempre habrá algún polemista que me discuta y diga que no hay Cuando sin Donde ni Donde sin Cuando y cosas así profundas. Salvo si se presenta alrededor de una mesa con su vino y con sus tapas no entraré al debate.