sábado, 11 de junio de 2011

El sol de la mañana en el pinar de Juanar




Mañana en el pinar de Juanar. Acrílico y óleo sobre lienzo. 65x50. 2011




Todas las lunas tienen su cara oculta. Da igual que sean lunas de invierno o de verano, de lunes que de domingo, de las de antes o de las de ahora. Y lo normal es que todas las personas, todas las cosas y lugares tengan también su cara oculta, su cara poco conocida, a veces olvidada, a veces incluso escondida. En las personas es cosa de sobra sabida y muy aprovechada por la literatura y por el cine. En las cosas también se da el fenómeno. Por ejemplo,  los electrodomésticos tienen un interior misterioso que sólo los iniciados conocen. Con los lugares ocurre exactamente igual, que tienen partes desconocidas que solo conocen los del lugar, circunstancia que aprovechan  las guías y los artículos de viajes poniendo a disposición de profanos lo que se supone es privativo de expertos parroquianos.


Marbella desde el mirador

Juanar, en las alturas de Sierra Blanca, es uno de esos sitios reservados a los más estrictos conocedores. Y no porque sea sitio poco conocido  pues es muy frecuentado por paseantes y senderistas. Pero por muchos que sean los visitantes siempre serán pocos comparándolos con  las muchedumbres viajeras que frecuentan las playas de un poco mas abajo. Para llegar allí hay que dar un rodeo grande pasando al otro lado del muro invisible que separa la delantera de la trasera. Una vez cruzado, volveremos sobre nuestros pasos y sin dejar de subir por una carretera estrecha, llegaremos al filo mismo de la Sierra, donde la pendiente se despeña por los barrancos hasta el mar.

Camino hacia el mirador
Barranco

 









Abajo, como no podía ser menos, hay de todo lo que tiene que haber en la costa: gente que lleva en la frente las gotas de sudor del descanso, aromas de ostentación sobreactuada y rincones llenos de plantas exóticas venidas de todas las partes del mundo. Los pocos almendros y olivos que quedan parecen ser ellos, entre tanto forastero, los auténticos extraños y los que están fuera de lugar. Arriba por el contrario, son los pinos y los chaparros, las encinas, los tomillos y los romeros los que siguen mandando. Abajo nunca hace frío, arriba a veces nieva y la luz, el color, las plantas, los pájaros y el clima son de interior, pero de un interior con vistas al mar.



Piña nueva
Tan apacible, tranquilo y aislado es este rincón que, según creo, el general De Gaulle escribió parte de sus memorias en el hotel-refugio del lugar. Aunque por otra parte, en otro sitio he leído que las escribió en el parador-castillo de Jaén, que también es un mundo diferente en las alturas desde el que se ve el mundo real allá en lo hondo. No se cual de las dos versiones será la verdadera. Quizá lo sean las dos y fuera en los dos sitios, sucesivamente, donde se dedicó a justificar su vida por escrito. Si no hubiera muerto dejando la escritura a medio escribir,  puede que hubiera continuado de altura en altura hasta parecerse  a  Isabel la Católica, que no hay pueblo por donde no pasara y casa donde no durmiera. De cama en cama tan virtuosa señora, de parador en parador el general jubilado por preguntar.




La vista de hoy nace en una mañana de mayo, muy temprano. En un día laborable, con Luci y con Lobo corriendo el camino arriba y el camino abajo. El sol, todavía bajo, llegaba paralelo al suelo y al atravesar el pinar se cruzaba perpendicular con los troncos y se entrelazaba con ellos como si estuvieran haciendo punto con lanas viejas reaprovechadas y mezcladas:  pardas, grises, oscuras azuladas y verdosas en la urdimbre y otras brillantes, amarillas y  naranjas, verdes y azules claro en la trama.

Pinar


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