Mañana de fuego, tarde de incendio. Neolítico y pintura fosforescente.
La mañana había empezado suave y agradable pero el horizonte gaseoso y difuminado por la calima anunciaba un mediodía de
fuego.
Parra, pino y peral. |
Mañana de fuego, tarde de incendio. Neolítico y pintura fosforescente.
Me había levantado al alba para marcar las lindes
conflictivas y los árboles que viven salidos de de la formación. Con estas marcas
se registran las irregularidades catastrales que en un lugar tan antiguo como el pago de
Lacra son la norma ancestral. Y digo lo de un lugar tan antiguo, sin entrar en
mayores alardes eruditos de historia local, porque cuando hicieron los hoyos
para poner plantones, justo alrededor de la casa, encontré en los montones de
tierra pequeños pero muchos fragmentos romanos de "terra sigillata" y
de cerámica decorada a peine, estilo que se supone muy ibero. Las discusiones,
los disgustos, las peleas por árboles, descolocados o no, por turnos de agua
para el riego y por cosas así, se han sucedido desde entonces (desde
antiguamente) con la misma regularidad con la que llegan las noches largas en
junio y las noches cortas en diciembre. Ese “antiguamente” no se queda en época
clásica pues desde que se
inventó la agricultura y con ella las lindes y los riegos, ya se discutía de
esos asuntos por aquí. Algo más recientemente, en el siglo XVI, las ordenanzas
excluían este pago de la jurisdicción general del alcalde de las acequias,
mandando que se siguiera en él el uso que desde antiguo se seguía. Mi madrugón estaba, pues, sobradamente justificado. Las marcas de
pintura fosforescente en los troncos de
las olivas no eran otra cosa que una consecuencia pura y dura de la revolución
neolítica, madre de linderos y parcelas, trimestre de primer curso intermedio
entre el paleolítico y las distintas edades metálicas protohistóricas. Aquel neolítico que tan poco
estudié en los primeros meses de 1978, lo revivía ahora con un bote de espray
treinta y tantos años después (miles de años después).
-no haré aquí erudición como arriba he prometido
y no hablaré de la calzada que proveniente de Basti y Acci, pasando por Céal y
camino de Túgia y Cástulo cruzaba estos términos. No hablaré de la alberca de
Aguas Calientes similar a la de Fuente Grande en Alfacar, ni de la necrópolis
de muertos enterrados cara a levante que encontraron en el último arreglo de la
carretera, ni siquiera del fuste semienterrado que en el cortijo viejo servía
de "majaero" de esparto. No hablaré de tantas otras cosas interesantes y curiosas
que aquí estarían de más pero que no lo estarían en una tarde oscura de invierno,
con vino, frente a la lumbre-
"Sigillata" y cerámica decorada a peine |
Sigo con el marcaje y la delimitación
territorial. Antes de llegar al olivar viejo se había acabado el bote de
pintura. Como eso fue justo cuando empezaba a pegar el sol, aproveché y di por acabada la "peoná".
Sin pintura y con calor lo único razonable era sentarse a la
sombra, tomar un café, pensar en nada, sufrir moscas y tábanos y mirar
sin ver los brillos y destellos que
saltaban empujados por el viento entre las hojas del techo vegetal. Eso hice.
Reflejos y destellos |
Más reflejos y destellos |
En el rincón de la mesa y las tumbonas y las
sillas que sirvió de refugio contra el calor y la falta de pintura, hay un
peral que trasplantó mi padre hace ya mucho rescatándolo de un bancal de
secano donde malvivía. Aunque hubo quien dijo que no saldría adelante y que no
valía un duro, el "peralillo" se aferró con rabia y coraje a su nueva vida y tierra
y hoy florece cada año. Cada año da peras repartidas en armoniosa aparcería
natural entre bichos y humanos. Este peral es un ejemplo de superación personal
muy valioso en tiempos de turbación.
Peralillo |
Hojas del peralillo |
Allí, en el dicho rincón, viven también tres
generaciones de parra (en la pintura sólo vemos a la abuela de ellas porque es
la más fotogénica, pero hay además hijas y nietas). La sombra que dan las parras
es, digamos, medianeja, regular por irregular. Y es que ningún año están al cien
por cien de su rendimiento potencial. Unas veces porque el granizo temprano agujerea las hojas, otras por un ataque de hongos mal defendido y en algún caso, sospecho,
que por error o experimento
fitosanitario fallido e inconfesado. Es su sombra irregular y "arroalada", es un damero
de piezas claras y oscuras que se desplazan con el sol, de manera que te duermes
con la cara a resguardo y al despertarte la recuperas abrasada. Tampoco las
uvas que dan estas parras son buenas. No le gustan más que a las avispas. Y sin embargo, aún con todos estos defectos, las
parras no dejan de ser otro ejemplo edificante pues son una familia unida que salta
por encima de las diferencias generacionales y que unida trabaja en producir
uvas y sombras, aunque sean regulares y malas.
Tres generaciones de parra |
Las parras |
De todos los árboles y plantas de porte que hay
en el rincón son los más altos dos
pinos nuevos. Paradójico que los más jóvenes sean los más crecidos. Es algo así
como esas generaciones jóvenes de ahora que ahítas de leche y pasteles son
mayores que sus padres y mucho más que sus abuelos. Con estos pinos no hace falta
buscar más para encontrar moraleja o ejemplo a imitar. Acreditan, por si
hiciera falta prueba, que quien come mejor crece más, que quien puede levanta
peso y que la igualdad de oportunidades es algo muy relativo. Sigo. A estos
pinos precozmente altos y para que no
siguieran creciendo, mi padre les cortó las guías. Decía que de esta manera
crecerían a lo ancho y darían más sombra.
Decía también o principalmente, que no llegarían a sobresalir lo bastante para ser detectados por los satélites en las
ortofotos. De esta manera siempre se los podría cortar sin trámite o permiso de
ente alguno, a voluntad y sin engorros administrativos (otra cosa es para qué querría cortar unos pinos ya criados y que a nadie ni a nada estorban. Imagino
que se trata de una suerte de individualismo anarcoide y rural que seguro que
viene también del neolítico).
Pino |
Pino visto desde la tumbona |
Juntos, todos los árboles de este rincón sí que consiguen
formar un hueco de sombra agradable, un refugio que protege del fuego que en
forma de viento solano se adueña de cada mañana de verano. Un hueco y un rincón
refrescado por el azul de la piscina-alberca y por las gotas de rocío artificial en la lata de cerveza
(una libélula disfrazada de azul patrulla siempre arriba y abajo las hondas
azules del agua. A tanta velocidad corre que sólo el azar puede retratarla).
Conforme andaba la mañana se amontonaba más y más
calor, arrastrado desde el cielo desbordado de sol. Aquella primera hora casi al
alba, cuando con la fresca marcaba las olivas con pintura fosforescente, no
parecía ya cosa del hoy sino del ayer. Y entre el calor, los brillos, los reflejos y
las aguas de baño y de boca, por encima de las plantas bajas y por debajo de
las altas (entre medias) a la altura de las latas de cerveza, se veía entre los
olivares borrosos y entre la luz blanca del mediodía, una plantación moderna de
placas fotovoltaicas. Habiendo empezado como he empezado con la cosa de la
antigüedad, con la cerámica ibera y romana y con la revolución neolítica, estas
hileras de árboles metálicos podrían
haber dado pié a muchas y muy acertadas reflexiones sobre el tiempo y la
historia, sobre la evolución del mundo. Podían haber dado pié al ejemplo de que hace
no tantos años aquí no había ni luz eléctrica. Pero hoy ya no va a ser. Porque hace demasiado
calor y es hora de comer y luego de siesta.
Libélula azul |
Plantación de placas fotovoltaicas |
(posterior)
A la tarde, con la modorra del sueño recién
dejado, volví al rincón de las parras, a los pinos y al peral. Aflojaba ya el
sol camino del horizonte pero el fuego del mediodía parecía haberse vuelto incendio:
cielos rojos, humos grises, olor a quemado… Sin duda otro incendio acababa con
árboles que yo ya no podría ver de nuevo crecidos. Mi padre regaba los arriates
entre "terra sigillata", vasos decorados a peine y olivares viejos.
Le comenté la desgracia y sin volverse a mirar me sacó del error: “Estarán
quemando rastrojos, aunque esté prohibido. Si fuera un incendio ya estarían
revoloteando los helicópteros”.
El supuesto incendio de aquella tarde |
Y así acabó el día, con sencillez, con poco
dramatismo y ninguna grandiosidad, sin posibilidad de oda al incendio de
nuestro mundo ni a la pérdida irreparable de paisajes centenarios: no era más
que la normalidad de algún otro individualista anarcoide rural venido directamente del neolítico (¿o esta rebeldía será mas bien paleolítica y nómmada?)
La mesa debajo de la parra cuando sale el sol. 50x65. Photoshop. 2012. |
RELATO MAGISTRAL.
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