domingo, 3 de agosto de 2014

Paseos de atardecer por la playa. Autorretrato con Lobo.

Autorretrato en la playa con Lobo. Óleo y acrílico sobre lienzo. 65 x 50 cm  2014


No me gusta la playa en temporada. No me gusta el calor ni el gentío ni la luz incolora de las tardes de verano. Por eso mis paseos de playa son de invierno o de otoño o de primavera temprana. Tengo dos perros. A Luci le disgusta enormemente el tráfico de vehículos y el tránsito de humanos, especialmente de humanos niños. Sólo le gusta correr por el campo, por la sierra, por los olivares y los pinares. En ámbitos urbanos pone el freno y se niega  a salir. Para llegar a la orilla del mar hay que cruzar calles, carreteras,  la A-7. Por eso no me acompaña. Los paseos de playa al atardecer, a veces al amanecer (tiene la misma luz pero volteada horizontalmente, el sol en levante) los hacemos Lobo y yo, solos. Lobo es un todoterreno al que le dan igual los ruidos, los coches y los críos, sólo le interesan los olores y las discusiones con los otros perros. Yo creo que es feliz paseando conmigo. Al menos me lo parece así.

Lobo mirando sus propias estrellas en su cielo

Lobo en la playa al tardecer

Lobo corriendo por la playa al amanecer

La foto original del autorretrato


En algún sitio he leído –alguna lectura barata de Internet seguramente- que el objetivo del Expresionismo alemán fue potenciar el impacto emocional distorsionando y exagerando los temas. Representar las emociones sin preocuparse de la realidad externa, sino de la naturaleza   interna y de las impresiones. La fuerza psicológica y expresiva se plasma a través de los colores fuertes y puros, las formas retorcidas y la composición agresiva. No importa ni la luz ni la perspectiva, que se altera intencionadamente. No lo he entrecomillado porque he adaptado alguna cosa y porque no tomé referencia de la cita. Esto es la misma cosa que ya me había encontrado antes en la conocida historia que García Lorca cuenta de Pastora Pavón, Niña de los Peines. Cuenta que un "hombre pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo con voz muy baja: "¡Viva París! como diciendo: <<Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. NOS IMPORTA OTRA COSA>>". Dicho de mejor y mas hermosa forma que lo dicen las frases de arriba, es la pura idea de expresionismo (el flamenco tiene una mitad cubista y otra expresionista). Lo traigo a cuento para quitarle a Expresionismo el apellido alemán que es algo que  hace muy poco romano en estos tiempos.

El cielo del atardecer

El sol despidiéndose en las ventanas

Camino de la playa sobre la A-7


La Concha desde la playa

Al fondos los edificios, delante el mar


Mis paseos de atardecer  -a veces de amanecer-  por la playa, cuando no es temporada alta, son paseos expresionistas. Lo son porque están armados con  luz  a veces contrastada a veces difuminada, acompañados por el sonido mecánico de las olas y sazonados con el movimiento rítmico de las teselas  que forman el horizonte de alta mar (las nubes corren perseguidas a duras penas por el sol viejo que se va, a veces por el sol niño del amanecer). Estas entradas sensoriales sólo son la cápsula que protege sin provocar alteración lo que realmente importa: las ensoñaciones, reflexiones, fabulaciones, planes de deseo, disección de oportunidades perdidas, errores auto-explicados, sueños eternos nunca cumplidos... Lo que voy pensando mientras camino o de otra manera dicho, los trabajos de la cabeza autónoma del cuerpo que anda defendida por las cosas del atardecer, a veces por el amanecer. Le he preguntado a Lobo si a él también le ocurre lo mismo pero no me ha contestado, me ha mirado con melancolía y ternura, con un punto de preocupación.

Este de hoy es un autorretrato paseando por la playa al atardecer, con Lobo a mi lado. El sol se arrastra por los suelos exagerando y alargando las sombras. Las luces son rojas y calientes, aunque sea invierno. Las olas golpean sin parar la fragua de arena y detrás del mar las primeras luces se encienden en las ventanas y en las calles, oscurecen las primeras sombras en las sierras. Es un autorretrato en la playa de piedras donde desemboca el río Guadaiza, en San Pedro Alcántara, debajo de La Concha y de Sierra Blanca. Las estrellas del cielo a estas horas no se ven pero aquí las pinto porque representan los trabajos de mi cabeza, mis sensaciones, ilusiones y preocupaciones. Algunas no son mías son de Lobo.

Esta creo que es del amanecer

Piedras de la playa

Seguro que el amanecer

Seguro que el atardecer

Las palmeras corriendo hacia el agua y el sol


Resumo y acabo. Ahora resulta que como me ha pasado en tantas ocasiones soy un vanguardista de hace CIEN AÑOS. Cien años después he descubierto aquellos descubrimientos de entonces. Paseando con Lobo por la playa, casi cien años después he comprendido aquello del ¡Viva París! Soy un auténtico vanguardista del pasado. 

Cuando he intentado explicarle todo esto a Lobo, me ha mirado con ojillos de pena pero enseguida ha vuelto a sus propias estrellas, a los excesos de comida, los ladridos a los mirlos negros, a oler las esquinas, a intercambiar gruñidos con los perros de marca con los que se cruza…

La tarde va pasando y cuando se encienden las farolas y ya sólo queda oscuridad paradójicamente desaparecen las estrellas. Volvemos a casa y a la nada poética realidad.

Por cierto que aquella otra cosa a la que se refería el hombrecillo del aguardiente es la misma de la que hablaba Juan de la Cruz: "Por toda la hermosura nunca yo me perderé sino por UN NO SE QUÉ que se alcanza por ventura". Lo digo por lo de quitarle fuerza al apellido alemán.



Desembocadura del río Benabola

El atardecer en barca

Jebel Musa y costa de Yebala

En el paseo voy dejando el sol a mi espalda

Se van encendiendo algunas luces

Se va apagando el día

Un mundo y el otro

Columnas de Hércules 

























No hay comentarios:

Publicar un comentario