jueves, 7 de abril de 2011

El Estrecho


Atardecer en el Estrecho. Óleo y acrílico sobre lienzo. 2009. 55x46.


Las pocas cuantas veces que he cruzado el Estrecho ha sido en invierno y de noche. En una de esas ocasiones había tan mala mar y dentro del barco era tan insoportable el ambiente por el olor a vomitonas recocido en la calefacción, que hice el viaje fuera, en cubierta. Fuera a pesar del viento, de la lluvia, de la oscuridad que salpicaba espuma por todos lados en una noche absolutamente negra. De manera que la imagen que guardo del interior del Estrecho, sin necesidad de añadir imaginación,  es la de mar tenebroso, el fin del mundo que marcó Hércules con sus columnas para que nadie tuviera duda de que más adelante, ni se podía ni debía pasar.



Monte de Muza
Desde fuera del propio Estrecho, desde fuera de sus aguas, las ocasiones han tenido más luz y menos mareo. No procede aquí glosar la cosa del cruce de civilizaciones, de los abismos culturales y de las migraciones de pájaros y personas. Y no lo haré, claro. Porque lo que me atrae de este Bósforo rural antípoda de aquel urbano, es el trasiego interminable de barcos de todos los tamaños y pelajes: petroleros, submarinos y portaviones, cargueros, ferris y pesqueros ordenados en fila, guardando su derecha en la angosta travesía. Me atrae la orilla vista desde la otra y aquella desde esta, las Columnas avisando de los abismos, el monte de Tarik y el monte de Muza, Ceuta y Gibraltar intercambiados...
Tánger
Ceuta











Desde aquí (también desde allí) se ven tan claramente las casas, las piedras, los lugares del contrario, que imagino que en las varias guerras pasadas, en la de ODonnell marchando contra Tetuán o en  la del Protectorado, se podrían distinguir ´desde los miradores de aquí las batallas y las explosiones. Podrían distinguir las luchas aquellos  que no cruzaban y se quedaban tras la barrera. Como podrían distinguirlas desde los barcos, cruzando, los soldados de S.M. Los que volvieron y los que a la fuerza para siempre se quedaron.

Columnas de Hércules
Punta Europa y costa de Marruecos
desde Nueva Andalucía











Varias calles de Quesada tenían o tienen, no se ya, nombre de muertos locales en Marruecos. Ignoro, claro, si alguno de ellos cruzó por aquí. Si así fuera, el o los difuntos ilustres, con calle a su pesar, estarían recién salidos del pueblo del que jamás habían salido. Pobres y con hambre, seguramente mareados, verían el humo de las bombas desde el mareo de la travesía y  las vomitonas. Pobre gente cruzando a la tierra de gente pobre y con hambre para morir sin saber porqué. El problema que tienen los muertos al servicio de S.M. es que no se pueden cagar en los de S.M. porque ellos ya lo están y los muertos no cagan. Y los demás nunca nos hemos preocupado de hacerlo en su nombre.



Retomo el hilo que me voy. A levante de Gibraltar siempre hay muchos barcos como aparcados. Desconozco la razón. Imagino que lo hacen por ahorrar las tasas de puerto o algo así de poco recorrido poético (aunque sí paisajístico). La vista que traigo hoy es un atardecer en el Estrecho con el sol arrastrándose por el agua y las bandas de niebla a media altura cruzando de un mar al otro. No recuerdo bien desde donde la vi. Puede que desde la carretera de Ronda a través del tele de la cámara. O puede que la imaginara juntando jirones de memoria, de varios momentos y de varios miradores. No lo se. Pero me da igual. Porque vista, soñada o imaginada la imagen es real y se la dedico a mis paisanos difuntos que murieron en guerras absurdas defendiendo a S.M. y a los que pagaron con la placa de una calle. Las placas de las calles, que se sepa, nunca quitaron hambre.



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