lunes, 25 de abril de 2011

Grillo cojo




Grillo cojo en los dompedros. Cera y óleo sobre papel. 65x50. 1990


Una tarde de verano andaba yo con mi Pentax recién estrenada haciendo fotos. En aquellos veranos Lacra se llenaba de dompedros. Tan prolíficos que casi no dejaban crecer otras plantas. Andaba yo haciéndoles fotos “experimentales y artísticas”, comprobando si estaban cerrados de día y abiertos de noche, si se estaban realmente cuidando de que no los cortara quien los cortaría, cuando vi un grillo. Era un grillo cojo. Resultaba conmovedor verlo aferrarse a las ramas y pasar de una a otra con alguna dificultad. Pero no resultaba triste.

Le hice una foto  y de la foto nació la pintura (que por cierto, ya me doy perfecta cuenta de que el aceite del óleo manchó el papel blanco. Entonces no se notaba y en esas edades no piensa uno en como van a quedar las cosas veinte años después.) No conservo o no encuentro las fotos de aquella tarde.

Pero pintarlo fue sólo una excusa para buscarle compañía a lo que le escribí al grillo que andaba cojeando por los dompedros:

Un grillo cojo en los dompedros,
un grillo disminuido asomado al vacío.
Un grillo aferrado a unas hojas
y debajo,
desenfocados,
insondables abismos
nada espectaculares, cotidianos.

Un grillo cojo.
Un grillo verde.
Un grillo rojo,
disminuido,
tullido,
impedido,
perdido.

Un grillo rojo cojo,
atacado,
acosado,
nunca derrotado.
Un grillo.
Cojo.

Es un grillo que no manda,
ni con el calor  ni con el frío progresa.
Un grillo sin triunfo.
Acapara dolor y ánimo en sus entrañas.
Todos los que están lo quieren hacer leña.

Es un grillo cojo.
Pero que anda.


Granada, noviembre del 90.

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